jueves, 29 de octubre de 2009

¿Hay que medir la poesía?

Es interés de este Directorio, ser un espacio de discusión para los escritores, especialmente para quienes están iniciando. Por eso, respecto de la entrada anterior, hay algunos comentarios interesantes en el blog de La Escafandra. Y para seguir con dicha idea, presento ahora a Ezequiel Zaidenwerg, poeta y traductor argentino, entrevistado en México, para Letras Libres, por Daniel Saldaña París. Ahí se plantean algunos temas interesantes que se pueden extrapolar a la situación de la poesía en Costa Rica.

Los invito a leer y a manifestar sus criterios.

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viernes, 23 de octubre de 2009

miércoles, 21 de octubre de 2009

A ver si se enciende la mecha

El escritor mexicano, radicado en Estados Unidos, Humberto Garza, reflexiona sobre los problemas de escribir, editar y leer poesía. En este sentido, me parece que este texto debe permitir la discusión, especialmente de muchos jóvenes que hoy empiezan, porque son ellos los que deben considerar estos problemas, y aceptar o rechazar las ideas de Garza, y a la vez proponer nuevas alternativas.

Publicaciones... 

La práctica diaria y un considerable bagaje de conocimientos lingüístico-literarios nunca van a sustituir talento natural; con esto no estoy insinuando que el estudio y ejercicio sean innecesarios a un poeta que nació dotado de gran genio, la mayoría de autores inmortales tuvieron extensa educación formal o educación adquirida sin asistir a planteles de estudios superiores; es imposible para un 'bien intencionado' escribir profesionalmente sin tener vastos conocimientos de las reglas que atañen al oficio, también es imposible para un académico escribir textos de mérito sin poseer talento natural para hacerlo. Este tipo de problema aflige a la poesía actual más que a ningún otro de las artes; son tantos los pedagogos y aficionados que incursionan en ella con tan desmedida agresividad y obstinación por publicar virtualmente y en forma impresa; que el público, con razón más que justificada ha dejado de leerla. El daño no para ahí, sino que ya trascendió a los únicos medios de divulgación que antes tenía; cuando editoriales, revistas y periódicos serios dejaron de publicarla. Su repulsa fue tan rotunda y abierta que varios diarios de gran circulación notificaron que en sus páginas... ni siquiera reseñas de poemarios iban a insertar. Algunos editoriales, quizá por manipulaciones internas, algunas veces se han dignado a publicar a autores que gozan de institucionalidad y mediano renombre, pero de sobra es decir que estos han sido grandes fracasos económicos. En los años cincuenta y sesenta aún era fácil encontrar  libros de poesía en librerías, tiendas de revistas y hasta en parapetos que ponían algunos vendedores en las calles; ahora, cuando alguien busca obras de grandes poetas del pasado o de poetas contemporáneos que saben hacer bien las cosas, va a tener que armarse con mucha suerte y acudir a "ferias de libros" que se llevan a cabo en grandes ciudades, de lo contrario... es prácticamente imposible adquirirlas. Cuando los novelistas, que son tipos disciplinados y expertos en la ejecución de su oficio están padeciendo un treinta... y en ocasiones hasta un noventa por ciento en la devolución de sus libros, es fácil predecir el descalabro que puede sobrevenir a publicaciones hechas por "poetas" que escriben con el regocijo infantil, ignorancia y falta de seriedad propias de una turba de muchachos en vacaciones.

El gobierno y las universidades, en un vano intento por brindar apoyo al arte subsidian pequeñas ediciones poéticas que infaliblemente no se mueven ni logran llegar a librerías. La industria del libro es costosa en todas sus fases; la preparación de textos para impresión y distribución implica grandes gastos y además es un negocio; sería inmaduro pensar que un editorial formal pague personal que evalúe para edición las obras de miles de "poetas" que existen en cada ciudad, y mayor inmadurez aún sería imaginarlos pagando a distribuidores un cuarenta por ciento del costo de cada ejemplar para esparcirlos en librerías que no van a querer ponerlos en sus estantes; los libreros conocen bien su comercio; su larga experiencia les indica negar espacio en sus negocios a cosas que ¡No se venden! Cuando deciden dedicar un estante o dos a la poesía, invariablemente ponen a los 'consabidos': Homero, Dante, Shakespeare, Byron, Lorca, Neruda... y a algunos contemporáneos que saben hacer bien las cosas y a quienes puedo contar con los dedos de una mano, e. g.: Nicanor Parra, Miguel Arteche...

El que un poeta adolescente, lleno de juvenil entusiasmo dedique tiempo a la tarea de propagar sus anodinas obras por todos los medios de comunicación posibles, es comprensible, su falta de experiencia y discernimiento le impiden tener consciencia y cuenta cabal de lo que hace; pero el que un poeta maduro, impulsado por la hipócrita buena recepción y falsa adulación que 'los miembros de su logia' le prodigan, intente hacer lo mismo, es necedad en toda la extensión de la palabra. El "Aquí donde yo vivo la gente no reconoce mi talento" será porque la gente no encuentra talento que reconocer; y el "Cada poeta debe escribir lo que le nazca", avanti!, puede escribir lo que le 'nazca' sin tomar en cuenta el gusto del público, que lo haga absteniéndose de propagarlo en medios de comunicación que acceden las multitudes. Muchas personas cantan en el baño o cuando manejan, pero nunca corren a un estudio de sonido con la intención de grabar. 

Existen poetas que organizan presentaciones y participan en recitales donde LEEN sus poemas; hacen eso incluso con textos que se componen  solamente de 3 ó 4 estrofas, no los aprendieron porque fueron incapaces de hacerlo o tal vez consideraron trabajo inútil remitirlos a sus memorias; ¿En qué cabeza cabe pensar que un poema leído es un show apto para divertir  audiencias? Los poemas son obras de arte, no artículos de periódico, estos deben ser memorizados y declamados con voz expresiva y fuerte; y de ser posible con acompañamiento musical. Un actor, rapsoda o locutor... puede leer y deleitar concurrencias porque tiene gran experiencia en ese tipo de actividades, pero un poeta inexperto en locución, prosodia y el arte del buen hablar debe evitar en lo posible andar aburriendo audiencias. Antes de publicar en letra impresa o en forma virtual; antes de ir a dar lecturas frente a grupos de personas, es preciso cerciorarse que nuestros escritos gustan a familiares y amigos.

Humberto Garza